sábado, 12 de octubre de 2013

Barranquilla y la Historia Por Álvaro Cepeda Samudio

Barranquilla es una ciudad sin leyendas ni blasones, y parece que hasta ahora no le han hecho mucha falta. Tema de menos para los malos poetas y campo estéril para los historiadores


Barranquilla es una ciudad sin leyendas ni blasones, y paree que hasta ahora no le han hecho mucha falta. Tema de menos para los malos poetas y campo estéril para los historiadores. No fue teatro de caballerescas aventuras ni su viento cálido fatigó la infancia de ningún prócer. (Aquí lo absurdo del verso de su himno: “Barranquilla prócera e inmortal)





Tampoco las noches cobijaron en su oscuridad ninguna conspiración o intriga funambulesca que hiciera cambiar el curso elástico de la historia. Ni tampoco la fortuna de que sus arenales fueran hollados por las gastadas botas de un barbudo conquistador español. La colonia de los de los virreyes aparatosos, de los oidores intrigantes y del nacimiento de los tinterillos, de los pasquines y los comuneros, de la inquieta y dudosa Manuela Beltrán, de Humboldt  y del casto Caldas, no tuvo lugar para Barranquilla.
No oyó la ciudad las pisadas raudas del Hijodalgo que en aventuras de amores recorría las callejas. Tampoco se estremecieron de miedo las gentes de buenas costumbres cuando en la noche cerrada sonaba el choque de los aceros los nobles que se peleaban tras de las celosías mientras el marido roncaba. Por no tener conventos de altos paredones y de estrechas celdas donde se aburrían las monjitas vivarachas, a quienes el clima de la costa les hacia encender las orejas y les ponía tensos y brillantes los labios inútiles por donde se resbalaban las plegarias sin dejar huellas en su pulpa amorata
Por no tener conventos no hubo un elegante caballero que huyera  con una morena Marichuela. O tal vez todo esto es lo que tuvo Barranquilla pero por no ser empedrada en sus calles no se oyeron los ruidos.
La independencia prodiga en héroes y heroínas fue apenas un rumor lejano para los barranquilleros. Sin embargo Bolívar deja  a su paso el pretexto para una placa: “Aquí durmió el Libertador”, que  fue víctima inocente de las inquietudes progresistas de nuestros gobernadores. Pero nada más
¿Y entonces como explicar su fundación? Porque ni eso tenemos, ni una leyenda de sonora fundación que nos distinga de las existencias casuales. Se dice que fueron los soledeños y galaperos quienes fundaron a la ciudad. Pero esto es muy prosaico. De esta suerte se fundan las ciudades sajonas, no las hispánicas. España no funda una ciudad sin el aparato del fundador endomingado con estandarte y latigazos y curas. Así que hay que buscarle  leyenda a Barranquilla. Y debió ser mitológica: Yo veo marchar trabajosamente una torada sedienta que busca en vano una hoja verde entre los yerbazales resecos.
Centro de Archivo y documentación de la obra de Alvaro Cepeda Samudio en el barrio El Prado

Los hombres que la siguen no cuentan. Los agonizantes ternerillos repantigados en el yermo mientras los más fuertes cabecean las menguadas ubres con insistencia desesperante. Veo la angustia y el desasosiego de la manada que busca un lugar donde saciar se sed. Los ojos siempre tristes de las vacas están fijos en las órbitas llenas de polvo.
Unas horas más de marcha, quizás días. Y mientras la manada se recobra por la vista de agua y chapalea el barro que enmarca el río y moja sus belfos sedientos en la corriente rubia, un toro soberbio de luciente pelo negro y afiladas astas lanza un bramido retumbante y hundiendo su pezuña hendida en el barro fresco toma solemne posesión de las barrancas en nombre de su rey. Es de tal suerte, resignada y mansa, la condición de los barranquilleros, a semejanza de sus fundadores los vacunos
La historia es lo más fácil de hacer: sin prejuicios y con un poco de imaginación hasta los himnos se justifican.
Artículo publicado en “El Nacional” el 23 de noviembre de 1948 y que tomamos del libro. “En el margen de la ruta” de 1985, y para esta edición en el Diario “El heraldo” el 11 de abril de 2004
    Grupo Barranquilla 

Breve Biografía de Álvaro Cepeda Samudio

 Escritor y periodista costeño (Ciénaga, Magdalena, marzo 30 de 1926 - Nueva York, octubre 12 de 1972). Cuentista y novelista, Álvaro Cepeda Samudio hizo los estudios secundarios en el Colegio Americano de Barranquilla, y en 1949 viajó a Estados Unidos a estudiar periodismo en la Universidad de Columbia, en Nueva York. En 1951 regresó a Barranquilla, y trabajó como corresponsal de The Sporting News. En 1955 se casó con Teresita Manotas. Como periodista y gran apasionado de los deportes, cubrió eventos deportivos para el periódico El Nacional; en 1951 tuvo una columna en la página editorial de El Heraldo, titulada "La brújula de la cultura"; y fue director del Diario del Caribe. Participó, como guionista y actor, en el cortometraje La langosta azul, al igual que en otras películas cortas y en un noticiero de cine, y organizó el Cine Club de Barranquilla.  Cepeda Samudio perteneció al Grupo de Barranquilla, tertulia de intelectuales de la que formaban parte Gabriel García Márquez, Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas, Ramón Vinyes y José Félix Fuenmayor, entre otros; publicó varios cuentos en la revista del grupo, llamada Crónica. "La casa grande", su obra narrativa más importante, fue el último libro publicado por Ediciones Mito.


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3 comentarios:

  1. Magnifico escrito sobre la “Fundación de Barranquilla” que nos traslado con imaginación a la mitología y sus manifestaciones de universalidad sobre las creencias y tradiciones ancestrales: “torada sedienta que busca en vano una hoja verde” en mi ingenua presunción interpreto este pasaje en dos “eventos mitológicos”, Minos en los griegos, Roma habría sido fundada por los gemelos Rómulo y Remo en el año 753 a.C., quienes fueron abandonados al nacer y encontrados por una loba que los habría criado como sus cachorros o el relato bíblico del diluvio universal y el Arca de Noé, con el esperanzadora hoja verde en el pico de una paloma. El toro en el mito puede estar haciendo alusión a la obra pictórica de Alejandro obregón el Hombre Caimán. Magnífica obra que se encuentra en el teatro Amira de la Rosa, presumo que una tarde de cigarros y tertulias en la Cueva, Álvaro Cepeda Samudio y Alejandro Obregón, tuvieron como tema central imaginar la fundación de barranquilla, el primero lo tradujo se forma prosaica y el segundo en la pintura.

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  2. Si quitas el 75% de la verborrea que escribió ese man, dice lo mismo. Pura palabrería barata de algunos que creen que escribir bien es usar palabras que pocos (supuestamente) conocen y extenderse en tonterías como "No oyó la ciudad las pisadas raudas del Hijodalgo que en aventuras de amores recorría las callejas. Tampoco se estremecieron de miedo las gentes de buenas costumbres cuando en la noche cerrada sonaba el choque de los aceros los nobles que se peleaban tras de las celosías mientras el marido roncaba. Por no tener conventos de altos paredones y de estrechas celdas donde se aburrían las monjitas vivarachas, a quienes el clima de la costa les hacia encender las orejas y les ponía tensos y brillantes los labios inútiles por donde se resbalaban las plegarias sin dejar huellas en su pulpa amorata..."

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  3. Los blasones los tiene, pero están ocultos por la historia de violencia del país. Cepeda Samudio no es el culpable. Leer un buen resumen y análisis de La Casa Grande en https://www.academia.edu/105158992/La_casa_grande_de_CEPEDA_SAMUDIO_Resumen_y_an%C3%A1lisis

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