sábado, 26 de octubre de 2013

Los Fantasmas de Barranquilla.

La “guaca” del tesoro de Morgan
El caso del “Paraíso” y de la “Floresta”

En Barranquilla los fantasmas no asustan. Divierten
Por Alfredo de la Espriella
Motiva esta crónica, una que salió en “El Tiempo” relacionada con el fantasma del “Palacio Liévano” en plena “Plaza de Bolívar” y de muy antigua casta capitalina desde los tiempos de los virreyes.  Y se me ocurrió también contarles algo parecido con los fantasmas que rondan todavía por aquí, Barranquilla ciudad nueva, sin antecedentes coloniales, ni mucho menos de gente rica que enterraba su plata, cuando aquella costumbre era propia de la avaricia de los  terratenientes y falta de confianza, además, que reinaba en la época cuando no habían bancos ni cajas fuertes, en las había que asegurar la bonanza. Barranquilla, pues no tenía por qué tener fantasmas de los que dicen que salen cuando hay plata enterrada, y porque por designios divinos están pagándolos avaros una pena en el otro mundo.
Las casas nuestras de paja y bahareque, aun las del material y calicanto cuales eran las propiedades de personas de más holgados beneficios no han tenido nunca ambiente propicio para estos espantos que han sido bastante explotados por la fantasía, ya de novelistas y hasta espectáculos líricos como el “Fantasma de la Opera” las obras de Gastón Leroux y las clásicas de la serie de “Phantomas”   que el cine mudo primero, y después el parlante, explotaran hasta decir no más.
 En Cartagena, Mompóx, Santa marta, Popayán y Bogotá por supuesto si abundan aquellas casonas, aun las hay todavía, y siguen algunas conservando y explotando la orgía de los seres del otro mundo que asustan y cuentan, quienes han tenido el privilegio de sentirlos y verlos que, de que existen, existen. Lo que todavía no se ha podido confirmar es, que buscan o que pretenden porque que se sepa los fantasmas no hablan y se manifiestan de maneras muy diferentes: en sombras fugaces, en resplandores muy tenues, o por medio de ruidos y otros extraños fenómenos, de conducta ¡abracadabra! … ¡Qué miedo!

Por ejemplo, en Barranquilla, en la quinta de “El Paraíso” de Don Ramón Jímeno, donde vivió mucho tiempo la familia Bermúdez Lavalle – parientes muy cercanos míos – me contaba mi prima Maura que ya se había acostumbrado a las muecas, digámoslo así que le hacia el fantasma rondador que salía con relativa frecuencia. La primera vez que empezó  a sentir los caprichos de espíritu errante fue que de pronto, la luz que había apagado al acostarse se la prendían o viceversa. Le preguntaba a su mamá y ella ni siquiera estaba cerca del cuarto. Otras, veía una sombra y hasta una persona atravesar de la cocina al patio, pero nunca recibo ningún mensaje, ni siquiera le indico un sitio donde dijera que hay estaba el entierro, ¡Espíritu burlón!...
Mucho bien que les hubiera hecho el fantasma del “Paraíso” a mis parientes diciéndole donde estaba la guaca. Lo cierto fue, después   ocuparon la casa otros propietarios y termino en una bomba, que no sabemos si se le ha aparecido el muerto o definitivamente el alma se fue a los infiernos.
 La iglesia católica ha bendecido algunas casas donde se especulan con estos cuentos que llaman de velorio. En todo caso hay otros dos sitios que siempre se ha dicho que los fantasmas rondan todavía. Uno es el de “El Castillo de Salgar” y otro el de la “Pensión Inglesa” y vamos por parte a contarles este chisme del otro mundo.
"Castillo" de Salgar

En aquel tiempo, donde hoy se levanta, el recientemente recuperado, el edificio de la primitiva, Aduana de Sabanilla, allá por los años de 1850, se comentaba que salía un muerto. Cuando el Doctor Julio Enrique Blanco, siendo director de educación en 1941 dispuso recuperar aquella antigua edificación para convertirla en una gran sede social para los empleados del Departamento, y tuvieran así oportunidades de disfrutar  vacaciones y paseos a Salgar cuyo “Mar Grande” era todo un espectáculo, el arquitecto que empezó todos los trabajos le comento una vez que el celador decía que el habitante del tal “castillo” estaba furioso porque le estaban desbaratando su laberinto y no lo dejaban tranquilo; hasta el punto que renunció porque por las noches la gazapera del tal fantasma no lo dejaba dormir.
Se estrenó con gran pompa el “castillo” pero, mientras, estaban trabajando los cimientos y acondicionando el terreno, varias personas - espiritistas entre muchos otras – evocaron a través de una sibila local el espíritu del pirata Morgan, Pues, se decía que el tesoro que nunca ha aparecido, del famoso bucanero, lo había enterrado en algún lugar de la loma de San Antonio y esa era la razón por la cual estaba penando el alma del pirata.
Hicieron toda clase de excavaciones, incluyendo hasta dinamita para volar rocas impertinentes. El fantasma no le dio la gana de señalarles donde estaban sus riquezas enterradas. Ocurrió por cierto una tragedia a uno de ellos. Se  asustaron. Pensando que sería una maldición de esa anima en pena y el castillo se abrió al público y el fantasma por algún tiempo no volvió a molestar, se pensó que alguien había descubierto el “entierro”.
El negocio del castillo oficial fracaso. El fantasma volvió a aparecer después de la tremenda desgracia que causó aquel mar de leva de 1951 cuando se llevo medio pueblo incluyendo aquella casa de Julio Enrique donde funcionaba el colegio “Gabriela Mistral” y “La Escuela del  Mar”. La gente empezó a comentar que murmullos son de chismografía popular que donde hay entierros, el sitio termina contagiado de un fucú espantoso. Lo cierto es que todos los negocios que estorban la paciencia de Morgan, si el fantasma es de él, los maldice con su extraño sortilegio. Tal, como el castillo de Marroquín en Bogotá.
EL JARDIN AGUILA, construido por el arquitecto cubano Manuel Carrera, en la década de los años 50. Estaba localizado en el crucero de la Avenida Olaya-Herrera y la Calle Dividivi 

El otro caso también insólito el de la “Pensión Inglesa” de la Señora Catalina Hoaré de Meek – personaje muy distinguido y apreciado en la ciudad-, pues, fue dueña de una de las más elegantes y acogedoras pensiones de fines de siglo XIX y principio del siglo XX. Al morir el propietario de “La Floresta” la residencia del ilustre ingeniero cubano Francisco Javier Cisneros, resolvió ella adquirir el inmueble y trasladar su negocio de la calle San Blas a la calle “Dividivi” también conocida como de Murillo  Toro  y por donde, además pasaba la línea del tranvía de mulas. Varios años fue esta “Pensión Inglesa” centro hospitalario y grato al turismo internacional. Hasta que un día aciago, amaneció la Sra. Meek,  principios de la década de los años ´30s asesinada espectacularmente. Ahorcada contra los barrotes de la cama y sin mediar razón alguna para acabar con la vida de una mujer tan digna de su raza y costumbres, querida y respetada, repetimos admirada y cristiana cual pocas.
El crimen conmovió a Barranquilla, primera vez en la historia de esta ciudad que ocurría tragedia semejante, sin pistas ni rastros, termino la investigación dejando el interrogante, de porque la mataron y quien por supuesto había cometido semejante crimen.
Portada del Libro digital: El Crimen de la Pensión Inglesa
de José Nieto Ibáñez
Pasaron los años, la Cervecería de Barranquilla y Bolívar S.A. Compró el lote, tumbó la casa que era un joya y construyo el “Jardín Águila”. Primer cabaret que estrenaba la vida nocturna de barranquilla. Mucho éxito al principio, mucho fracaso después. Quienes fueron celadores del mismo empezaron a inquietarse porque también rondaba por los predios un fantasma en periódicas apariciones. Después de una ruina del “Águila” la empresa acondicionó toda la manzana para que se disfrutara de la “zona rosa” como identifican ahora, la  cual se llamo “La Checa”. Pregúntenle a quienes la ocuparon si todos los negocios que allí abrieron no fracasaron o tuvieron serios inconvenientes; y si alguno de ellos no tuvo oportunidad de ver el fantasma de la Sra. Meek merodeando  por el lugar…
Banco de la República 

 Al fin lo adquirió el Banco de la República y levantó su colosal edificio, noticias tengo de muchos celadores y guardias nocturnos han sentido, y visto el mismo fantasma de marra rondando por los pasillos. Historietas de aparecidos, pues que hay que contarlas como chismes de parroquia y dejar que los fantasmas se diviertan a sus anchas. Por lo pronto estos dos últimos no han dado pendoladas de indicarle, a nadie donde se halla el sitio donde tienen escondida su guaca. El que tenga la suerte de hallarla se pondrá las botas, y el fantasma, de acuerdo con las respetables creencias cristiana dejará de penar y entraría después de purgar su pena al sitio que el altísimo le haya destinado, para que descanse en paz.
   Y si el fantasma le permite descubrir al Banco el tesoro, pues, bienvenido porque el Banco también esta penando. Y en Barranquilla los fantasmas no asustan. Divierten.

Crónica publicada en el Diario El Heraldo: Imagen Temporal de Barranquilla, Alfredo de La Espriella, el 1° de Agosto de 2004

http://www.bubok.es/libros/19428/el-crimen-de-la-pension-inglesa/
 

sábado, 12 de octubre de 2013

Barranquilla y la Historia Por Álvaro Cepeda Samudio

Barranquilla es una ciudad sin leyendas ni blasones, y parece que hasta ahora no le han hecho mucha falta. Tema de menos para los malos poetas y campo estéril para los historiadores


Barranquilla es una ciudad sin leyendas ni blasones, y paree que hasta ahora no le han hecho mucha falta. Tema de menos para los malos poetas y campo estéril para los historiadores. No fue teatro de caballerescas aventuras ni su viento cálido fatigó la infancia de ningún prócer. (Aquí lo absurdo del verso de su himno: “Barranquilla prócera e inmortal)





Tampoco las noches cobijaron en su oscuridad ninguna conspiración o intriga funambulesca que hiciera cambiar el curso elástico de la historia. Ni tampoco la fortuna de que sus arenales fueran hollados por las gastadas botas de un barbudo conquistador español. La colonia de los de los virreyes aparatosos, de los oidores intrigantes y del nacimiento de los tinterillos, de los pasquines y los comuneros, de la inquieta y dudosa Manuela Beltrán, de Humboldt  y del casto Caldas, no tuvo lugar para Barranquilla.
No oyó la ciudad las pisadas raudas del Hijodalgo que en aventuras de amores recorría las callejas. Tampoco se estremecieron de miedo las gentes de buenas costumbres cuando en la noche cerrada sonaba el choque de los aceros los nobles que se peleaban tras de las celosías mientras el marido roncaba. Por no tener conventos de altos paredones y de estrechas celdas donde se aburrían las monjitas vivarachas, a quienes el clima de la costa les hacia encender las orejas y les ponía tensos y brillantes los labios inútiles por donde se resbalaban las plegarias sin dejar huellas en su pulpa amorata
Por no tener conventos no hubo un elegante caballero que huyera  con una morena Marichuela. O tal vez todo esto es lo que tuvo Barranquilla pero por no ser empedrada en sus calles no se oyeron los ruidos.
La independencia prodiga en héroes y heroínas fue apenas un rumor lejano para los barranquilleros. Sin embargo Bolívar deja  a su paso el pretexto para una placa: “Aquí durmió el Libertador”, que  fue víctima inocente de las inquietudes progresistas de nuestros gobernadores. Pero nada más
¿Y entonces como explicar su fundación? Porque ni eso tenemos, ni una leyenda de sonora fundación que nos distinga de las existencias casuales. Se dice que fueron los soledeños y galaperos quienes fundaron a la ciudad. Pero esto es muy prosaico. De esta suerte se fundan las ciudades sajonas, no las hispánicas. España no funda una ciudad sin el aparato del fundador endomingado con estandarte y latigazos y curas. Así que hay que buscarle  leyenda a Barranquilla. Y debió ser mitológica: Yo veo marchar trabajosamente una torada sedienta que busca en vano una hoja verde entre los yerbazales resecos.
Centro de Archivo y documentación de la obra de Alvaro Cepeda Samudio en el barrio El Prado

Los hombres que la siguen no cuentan. Los agonizantes ternerillos repantigados en el yermo mientras los más fuertes cabecean las menguadas ubres con insistencia desesperante. Veo la angustia y el desasosiego de la manada que busca un lugar donde saciar se sed. Los ojos siempre tristes de las vacas están fijos en las órbitas llenas de polvo.
Unas horas más de marcha, quizás días. Y mientras la manada se recobra por la vista de agua y chapalea el barro que enmarca el río y moja sus belfos sedientos en la corriente rubia, un toro soberbio de luciente pelo negro y afiladas astas lanza un bramido retumbante y hundiendo su pezuña hendida en el barro fresco toma solemne posesión de las barrancas en nombre de su rey. Es de tal suerte, resignada y mansa, la condición de los barranquilleros, a semejanza de sus fundadores los vacunos
La historia es lo más fácil de hacer: sin prejuicios y con un poco de imaginación hasta los himnos se justifican.
Artículo publicado en “El Nacional” el 23 de noviembre de 1948 y que tomamos del libro. “En el margen de la ruta” de 1985, y para esta edición en el Diario “El heraldo” el 11 de abril de 2004
    Grupo Barranquilla 

Breve Biografía de Álvaro Cepeda Samudio

 Escritor y periodista costeño (Ciénaga, Magdalena, marzo 30 de 1926 - Nueva York, octubre 12 de 1972). Cuentista y novelista, Álvaro Cepeda Samudio hizo los estudios secundarios en el Colegio Americano de Barranquilla, y en 1949 viajó a Estados Unidos a estudiar periodismo en la Universidad de Columbia, en Nueva York. En 1951 regresó a Barranquilla, y trabajó como corresponsal de The Sporting News. En 1955 se casó con Teresita Manotas. Como periodista y gran apasionado de los deportes, cubrió eventos deportivos para el periódico El Nacional; en 1951 tuvo una columna en la página editorial de El Heraldo, titulada "La brújula de la cultura"; y fue director del Diario del Caribe. Participó, como guionista y actor, en el cortometraje La langosta azul, al igual que en otras películas cortas y en un noticiero de cine, y organizó el Cine Club de Barranquilla.  Cepeda Samudio perteneció al Grupo de Barranquilla, tertulia de intelectuales de la que formaban parte Gabriel García Márquez, Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas, Ramón Vinyes y José Félix Fuenmayor, entre otros; publicó varios cuentos en la revista del grupo, llamada Crónica. "La casa grande", su obra narrativa más importante, fue el último libro publicado por Ediciones Mito.


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