martes, 22 de abril de 2014

HOMENAJE INMEMORIAM: A 22 años de la partida de Lucho Bermúdez, su obra sigue siendo el referente de músicos jóvenes y parte vital de una identidad colombiana.


El maestro Luis Eduardo Bermúdez, más conocido como Lucho Bermúdez, fue compositor, arreglista, director e interprete, convirtiéndose en el músico más representativo e insigne de Colombia en el siglo XX. Cinco generaciones de colombianos y latinoamericanos han cantado y bailado sus temas. Su música es la influencia del sonido de las grandes bandas de jazz sobre los ritmos tropicales del Caribe colombiano como el bolero, la cumbia, el porro y el merecumbé.
Casa donde nació el maestro Lucho Bermúdez, en el Carmen de Bolivar

El inicio

A los 4 años de edad comenzó a estudiar el flautín bajo la batuta de su tío, el maestro José María Montes. Vivió en El Carmen de Bolívar hasta los 9 años y se mudó a Santa Marta, en donde a los 11 años ingresó a la banda militar. Allí aprendió a tocar el trombón, la trompeta y el saxofón, pero se inclinó por la flauta y el clarinete. Ademas se inició como arreglista y compositor de marchas militares y algunos valses como Lágrimas de una madre. Dirigió bandas en Chiruguaná, Mompós, Aracataca, El Banco y otras poblaciones de la región.
Iglesia Santo Domingo de Mompox, Bolívar

Su carrera orquestal y la escena internacional
Luego de 18 años de permanencia en Santa Marta viajó a Cartagena, donde dirigió la Orquesta A Número 1, del maestro José Pianeta Pitalúa, pionera en el estilo jazz band. En 1936 fue el director musical de la orquesta de Emisoras Fuentes y se vinculó a Radio Cartagena, colaborando con los primeros discos que se grabaron en Colombia. En 1939, fundó la Orquesta del Caribe y realizó su primera grabación con temas como Marbella, Cartagenerita, Joselito Carnaval y Borrachera.

Imprenta donde se editó el periódico “Ecos de la Montaña” donde realizo  algunos trabajos la familia del Maestro Lucho Bermúdez

En 1944, viajó a Bogotá para la inauguración del Club Nocturno Metropolitano, vistiendo de gala la música costeña y logrando que fuera aceptada en el interior del país. Allí difundió su música en varias emisoras capitalinas, amenizando en vivo programas radiales.

En 1946 salió por primera vez del país a Buenos Aires, Argentina, en compañía de Matilde Díaz, la voz que le dió un estilo y una identidad propia a su música. Conformó una orquesta de 22 músicos (entre ellos el maestro Eugenio Nóbile y Eduardo Armani) y grabó alrededor de 60 temas en la casa disquera RCA Víctor. Desde allí su obra empezó a ser difundida a otros países de América Latina, como Cuba, México y Perú.

Después de varios meses de viajes y grabaciones regresó a Bogotá y presentó en sociedad a la Orquesta de Lucho Bermúdez, el 15 de julio de 1947, en el Hotel Granada, iniciando una intensa agenda de presentaciones, giras y grabaciones que durarían toda su vida.

En 1948 se radicó en Medellín durante 15 años, donde trabajó de planta en el Hotel Nutibara, en el Club Campestre y como director artístico musical de la emisora La Voz de Antioquia. La capital antioqueña se convirtió en la sede discográfica mas importante del país y allí grabó el tema Salsipuedes que lo convirtió en un auténtico ídolo-
Embajador musical
En 1950, se trasladó a México, donde conoció y trabajó con músicos como Benny Moré, Dámaso Pérez Prado y Tito Rodríguez y grabó alrededor de 80 discos. En 1951 viajó a Cuba, por invitación de Ernesto Lecuona, donde trabajó y grabó por más de seis meses con agrupaciones como La Sonora Matancera, La Billo’s Caracas Boys y Los Melódicos, entre otros. También realizó presentaciones en las principales ciudades de Estados Unidos como Nueva York, Los Angeles, Miami, San Francisco, Las Vegas y Washington. También fue invitado a Venezuela, Costa Rica y Ecuador. Posteriormente regresó a Bogotá donde trabajaría con su orquesta hasta el 23 de abril de 1994, fecha de su muerte.

Su legado
El maestro Lucho Bermúdez compuso alrededor de 1000 temas, entre ellos porros, cumbias, gaitas, fandangos, mapalés, paseos, merengues, torbellinos, pasillos, joropos, bossa novas, tangos, mambos, chirivicos, chachachás, salsas, guarachas, joropos y jalaítos, demostrando su versatilidad para incorporarse en los diferentes géneros. Además inventó nuevos ritmos como el tumbasón y el patacumbia. Los mejores artistas y orquestas han interpretado su música como: Hugo Romani, Leo Marini. Gregorio Barrios, Bienvenido Granda, Jaime Llano González, Leonor González Mina, Carmiña Gallo, la Sonora Matancera, Benny Moré, Pacho Galán, Juanes, Tego Calderón, La Billo’s Caracas Boys, Los Melódicos y Tito Rodríguez, entre otros.

La Orquesta de Lucho Bermúdez aún continúa presentándose con gran éxito en escenarios nacionales e internacionales, siendo la de más permanencia en Colombia. Su hija Patricia Bermúdez es clarinetista y directora de la orquesta y además representante de la Fundación Tierra Querida encaminada a divulgar el legado del Maestro Lucho Bermúdez.

El pasado sábado de Gloria, abril 20 de 2014 visitamos la casa del Maestro Lucho Bermúdez, en el Carmen De Bolívar y compartimos con su sobrina Katia Fernández Bermúdez, al preguntársele  el recuerdo de más impacto y emoción  que más conserva en su memoria de la vida del maestro nos dijo lo siguiente. 

webgrafia: http://musica.about.com/od/artistas_cumbia/a/Lucho-Bermudez.htm



martes, 15 de abril de 2014

Saludar o no saludar Por Alberto Assa

  
Incisiva y profunda convicción del maestro Alberto Assa, en el papel fundamental que juega la educación en los procesos de socialización humana, en una época en que amparados en resultados justificamos de muchas maneras el no saludar. La mayoría de los trastornos adictivos (drogas, internet, modas, entre otros) que vivimos son productos de la soledad en la que se halla inmerso el ser humano, cuidamos nuestro metro y medio de existencia como única forma de seguridad y nos aislamos de los demás. He ahí la esencia de saludar y poner en comunicación las emociones humanas, todo se produce en la interacción que le da sentido a la vida, una sonrisa, un saludo se convierte en esa magia que te hace pensar lo valiosa que es la vida.

 Una Antigua alumna, excelente educadora, me pregunta con cierta angustia: ¿Qué Hago, profe, cuando noto que alguien con quien trabajo todos los días en el mismo colegio, al verme no me saluda? Hace como que no ve y pasa de largo sin querer saludarme. –Mi respuesta es: salúdale aunque no te salude. -¿Y qué hago si en un concierto o una función de teatro, un señor, a quien aprecio mucho por su inteligencia y cultura, baja la cabeza precisamente cuando yo me apresto a saludarle? Mi respuesta es: Haz como si te imaginaras que no te vio y salúdale con tanta mayor amabilidad –pero es que otras personas me aconsejan lo contrario. Dicen que no debo saludar a quien no quiera saludarme. –Si ya sé. Así piensa la mayoría de la gente. Lo cual no significa que tengan razón. – con o sin razón, de unos u otros, yo sigo desconcertada. -Mira mi hija: en cierta época, cuando yo aún vivía en un pequeño apartamento de un edificio situado en la calle Medellín, entre las carreras Líbano y Olaya Herrera, me encontraba casi todos los días, en el ascensor, con un caballero de alta estatura y fornida estampa. Con su cara siempre seria y sus venerables canas me imponía respeto, yo me apresuraba a saludarlo primero. Al ver que no correspondía a mi gesto cortés, repetía el saludo dos veces. Tres veces. Hasta cuatro o cinco veces, en el mismo ascensor. Y también en la calle. Durante meses ninguna reacción. Hasta que por fin, una tarde, me dio la mano y me felicitó por mi perseverancia en querer saludarle. A él, que no solía saludar nunca a nadie. Por “principio”… -que cosas más extrañas, profe! Hay casos más extraños aun. Cuando yo veo que una persona conocida me evita el camino, dobla precipitadamente una esquina, o tuerce hacia la derecha cuando yo voy por la izquierda, o bien aplasta sus narices contra los vidrios de un escaparate o de una vitrina, en el preciso  momento en que ya puedo ver los pelillos que le cubren la nuca, entonces hago todo lo posible para darle la cara. Si está cerca le doy enseguida un golpecito en el hombro. Si se aleja con rapidez corro velozmente detrás de él hasta alcanzarle y brindarle un ¡Hola! Sonriente y amistoso. Recibiendo a cambio una sonrisa perpleja…-pero ¿no se da cuenta, profe, de que esta cruel clase de saludo forzados es más bien un castigo? –No para mí, sino para quienes tratan de simular que no se percatan de mi cercanía. Y mienten. – ¿Y si alguien que usted persigue con su saludo  no deseado, revira violentamente, le insulta y rechaza toda posibilidad de saludo? –Entonces, mi niña, hay que seguir saludándole, cada vez más amablemente. Quizás  con el tiempo logre civilizarse, humanizarse…Yo creía que los saludos tenían fines más nobles e implicaban buena disposición mutua. Y no esa especie de guerra que usted parece preconizar. –No siempre es como tú te imaginas todo eso. Los saludos sirven para muchas cosas, muy distintas entre sí. Así para convivencia como para la separación. Y hasta para el amor…Al respecto te propongo que leas y medites este fragmento de una carta de Rainer María Rilke: “…ese progreso…transformará de modo radical la vida amorosa, ahora llena de errores, y la convertirá en una relación tal, que se entenderá de ser humano a ser humano, y no de varón a hembra. Este amor más humano, que se consumara con delicadeza y dulzuras infinitas –Imperando luz y bondad así en el unirse como en el desligarse-, se asemejará al que vamos preparando entre luchas y penosos esfuerzos; el amor que consista en que dos soledades se protejan, se deslinden y se saludan mutuamente…”

Y Ahora bien, otra vez de viaje, saludos a Barranquilla. A mis lectores. A mis amigos. Y también a mis enemigos. Sobre todo a mis enemigos.


Columna El Rincón de Casandra, publicada en 1984 En “El Heraldo”