Barranquilla es una
ciudad sin leyendas ni blasones, y parece que hasta ahora no le han hecho mucha
falta. Tema de menos para los malos poetas y campo estéril para los
historiadores
Barranquilla es una ciudad
sin leyendas ni blasones, y paree que hasta ahora no le han hecho mucha falta.
Tema de menos para los malos poetas y campo estéril para los historiadores. No
fue teatro de caballerescas aventuras ni su viento cálido fatigó la infancia de
ningún prócer. (Aquí lo absurdo del verso de su himno: “Barranquilla prócera e inmortal)
Tampoco las noches
cobijaron en su oscuridad ninguna conspiración o intriga funambulesca que
hiciera cambiar el curso elástico de la historia. Ni tampoco la fortuna de que
sus arenales fueran hollados por las gastadas botas de un barbudo conquistador
español. La colonia de los de los virreyes aparatosos, de los oidores
intrigantes y del nacimiento de los tinterillos, de los pasquines y los
comuneros, de la inquieta y dudosa Manuela Beltrán, de Humboldt y del casto Caldas, no tuvo lugar para
Barranquilla.
No oyó la ciudad las
pisadas raudas del Hijodalgo que en aventuras de amores recorría las callejas.
Tampoco se estremecieron de miedo las gentes de buenas costumbres cuando en la
noche cerrada sonaba el choque de los aceros los nobles que se peleaban tras de
las celosías mientras el marido roncaba. Por no tener conventos de altos
paredones y de estrechas celdas donde se aburrían las monjitas vivarachas, a
quienes el clima de la costa les hacia encender las orejas y les ponía tensos y
brillantes los labios inútiles por donde se resbalaban las plegarias sin dejar
huellas en su pulpa amorata
Por no tener conventos no
hubo un elegante caballero que huyera
con una morena Marichuela. O tal vez todo esto es lo que tuvo
Barranquilla pero por no ser empedrada en sus calles no se oyeron los ruidos.
La independencia prodiga
en héroes y heroínas fue apenas un rumor lejano para los barranquilleros. Sin
embargo Bolívar deja a su paso el
pretexto para una placa: “Aquí durmió el Libertador”, que fue víctima inocente de las inquietudes
progresistas de nuestros gobernadores. Pero nada más
¿Y entonces como explicar
su fundación? Porque ni eso tenemos, ni una leyenda de sonora fundación que nos
distinga de las existencias casuales. Se dice que fueron los soledeños y
galaperos quienes fundaron a la ciudad. Pero esto es muy prosaico. De esta
suerte se fundan las ciudades sajonas, no las hispánicas. España no funda una
ciudad sin el aparato del fundador endomingado con estandarte y latigazos y
curas. Así que hay que buscarle leyenda
a Barranquilla. Y debió ser mitológica: Yo veo marchar trabajosamente una
torada sedienta que busca en vano una hoja verde entre los yerbazales resecos.
Centro de Archivo y documentación de la obra de Alvaro Cepeda Samudio en el barrio El Prado
Los hombres que la siguen
no cuentan. Los agonizantes ternerillos repantigados en el yermo mientras los
más fuertes cabecean las menguadas ubres con insistencia desesperante. Veo la
angustia y el desasosiego de la manada que busca un lugar donde saciar se sed.
Los ojos siempre tristes de las vacas están fijos en las órbitas llenas de
polvo.
Unas horas más de marcha,
quizás días. Y mientras la manada se recobra por la vista de agua y chapalea el
barro que enmarca el río y moja sus belfos sedientos en la corriente rubia, un
toro soberbio de luciente pelo negro y afiladas astas lanza un bramido
retumbante y hundiendo su pezuña hendida en el barro fresco toma solemne
posesión de las barrancas en nombre de su rey. Es de tal suerte, resignada y
mansa, la condición de los barranquilleros, a semejanza de sus fundadores los
vacunos
La historia es lo más
fácil de hacer: sin prejuicios y con un poco de imaginación hasta los himnos se
justifican.
Artículo publicado en “El
Nacional” el 23 de noviembre de 1948 y que tomamos del libro. “En el margen de
la ruta” de 1985, y para esta edición en el Diario “El heraldo” el 11 de abril
de 2004
Grupo Barranquilla
Breve Biografía de Álvaro
Cepeda Samudio
Escritor y periodista costeño (Ciénaga, Magdalena, marzo 30 de 1926 -
Nueva York, octubre 12 de 1972). Cuentista y novelista, Álvaro Cepeda Samudio
hizo los estudios secundarios en el Colegio Americano de Barranquilla, y en
1949 viajó a Estados Unidos a estudiar periodismo en la Universidad de
Columbia, en Nueva York. En 1951 regresó a Barranquilla, y trabajó como
corresponsal de The Sporting News. En 1955 se casó con Teresita Manotas. Como
periodista y gran apasionado de los deportes, cubrió eventos deportivos para el
periódico El Nacional; en 1951 tuvo una columna en la página editorial de El
Heraldo, titulada "La brújula de la cultura"; y fue director del
Diario del Caribe. Participó, como guionista y actor, en el cortometraje La
langosta azul, al igual que en otras películas cortas y en un noticiero de
cine, y organizó el Cine Club de Barranquilla. Cepeda Samudio perteneció al Grupo de
Barranquilla, tertulia de intelectuales de la que formaban parte Gabriel García
Márquez, Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas, Ramón Vinyes y José Félix Fuenmayor,
entre otros; publicó varios cuentos en la revista del grupo, llamada Crónica.
"La casa grande", su obra narrativa más importante, fue el último
libro publicado por Ediciones Mito.
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Magnifico escrito sobre la “Fundación de Barranquilla” que nos traslado con imaginación a la mitología y sus manifestaciones de universalidad sobre las creencias y tradiciones ancestrales: “torada sedienta que busca en vano una hoja verde” en mi ingenua presunción interpreto este pasaje en dos “eventos mitológicos”, Minos en los griegos, Roma habría sido fundada por los gemelos Rómulo y Remo en el año 753 a.C., quienes fueron abandonados al nacer y encontrados por una loba que los habría criado como sus cachorros o el relato bíblico del diluvio universal y el Arca de Noé, con el esperanzadora hoja verde en el pico de una paloma. El toro en el mito puede estar haciendo alusión a la obra pictórica de Alejandro obregón el Hombre Caimán. Magnífica obra que se encuentra en el teatro Amira de la Rosa, presumo que una tarde de cigarros y tertulias en la Cueva, Álvaro Cepeda Samudio y Alejandro Obregón, tuvieron como tema central imaginar la fundación de barranquilla, el primero lo tradujo se forma prosaica y el segundo en la pintura.
ResponderEliminarSi quitas el 75% de la verborrea que escribió ese man, dice lo mismo. Pura palabrería barata de algunos que creen que escribir bien es usar palabras que pocos (supuestamente) conocen y extenderse en tonterías como "No oyó la ciudad las pisadas raudas del Hijodalgo que en aventuras de amores recorría las callejas. Tampoco se estremecieron de miedo las gentes de buenas costumbres cuando en la noche cerrada sonaba el choque de los aceros los nobles que se peleaban tras de las celosías mientras el marido roncaba. Por no tener conventos de altos paredones y de estrechas celdas donde se aburrían las monjitas vivarachas, a quienes el clima de la costa les hacia encender las orejas y les ponía tensos y brillantes los labios inútiles por donde se resbalaban las plegarias sin dejar huellas en su pulpa amorata..."
ResponderEliminarLos blasones los tiene, pero están ocultos por la historia de violencia del país. Cepeda Samudio no es el culpable. Leer un buen resumen y análisis de La Casa Grande en https://www.academia.edu/105158992/La_casa_grande_de_CEPEDA_SAMUDIO_Resumen_y_an%C3%A1lisis
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